*) Mauro Mendiburu Benedetto

A esta altura del año, ya nadie duda que el programa económico del Presidente Macri en Argentina tiene un claro perfil monetarista (las manifestaciones del Presidente del Banco Central Argentino sobre la influencia nula de la tasa de interés de las Lebacs y el producto, son más que elocuentes), y que el ajuste económico vino para quedarse al estilo neoclásico: el ajuste es necesario y no importa su costo, nunca serán tan grandes sus costos considerando sus bondades a mediano plazo.

Aún cuando dichos costos impliquen que numerosas familias caigan a niveles de pobreza o indigencia (la UCA informó que 15.000 personas por día han caído por debajo del nivel de pobreza desde el inicio del plan), el desempleo aumente fuertemente (se informó por parte de asociaciones privadas independientes que no menos de 150.000 personas han quedado desempleadas solo en el sector privado a marzo), y que el propio Presidente manifieste públicamente que sabe que hay muchas familias que no llegan a fin de mes.

Más allá de no compartir personalmente esta política, está claro que es considerada como un dato para la población argentina. Y para aquellos que tienen la fortuna de poder llegar a fin de mes, lo que ha generado ha sido cambios en la conducta de consumo. Es importante analizarlos para poder entrever qué consecuencias tendrán sobre nosotros, receptores de turismo argentino.

El Depto. de Economía de la Universidad de Palermo ha informado que de sus estudios se desprende que el 80% de la población argentina se considera de clase media, e intenta comportarse como tal, aún cuando no lo sea. Si bien la crisis del modelo neoliberal de los 90 (repetido en buenos términos en el plan actual) retiró del menú de la clase media argentina la propiedad de vivienda y otros comportamientos de consumo; se mantiene un status vinculado a la educación, conectividad y salud.

En cuanto al consumo diario, la alta inflación y el brutal ajuste del salario real que enfrenta la sociedad argentina, ha hecho que gastos en servicios como el parking privado, el esparcimiento y el consumo de ciertos bienes como carnes, cosméticos y bebidas, hayan caído en importante nivel. Mientras que otros bienes asociados con un menor nivel de ingresos, como los fideos; o el uso de tarjetas de créditos, cuponeras y tickets, o el patrón de consumo de compras en comercio de cercanías hayan aumentado.

Tanto el fuerte golpe al empleo, como las desavenencias del plan económico para controlar la inflación, y las inconsistencias de un modelo que lejos de poner al hombre como objeto lo sitúa como instrumento, solo favorece a los sectores de la clase alta. Una clase que es visitante de nuestro departamento y que no ha cambiado su patrón de consumo, y que es la amplia favorecida con el nuevo modelo económico. Que sufrirá la violencia que arrojará el mismo, pero quizá quiera escaparse de su país para sufrirla menos. Algo, si así se le puede llamar, positivo para nuestro departamento, aún cuando Maldonado no se llena con la clase alta argentina.

Y la clase media (o lo que queda de ella) difícilmente podrá visitarnos, a menos que también Argentina cometa el error de retrasar el tipo de cambio como lo hizo en los mismos modelos que hoy parece reproducir y que la llevaron a crisis como el Rodrigazo, la tablita de la Dictadura, o la crisis del 2001.

*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.

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