La crisis política que vive Brasil se refleja en los titulares de todos los días en los medios nacionales e internacionales. Más allá de considerar el perfil ético y moral de lo que considero un sutil golpe de Estado contra la presidenta electa por la mayoría absoluta de los vecinos brasileños, entendiendo que no existiría tal movimiento político hacia el impeachment de no transcurrir una recesión económica de la magnitud que enfrenta Brasil en estos dos últimos años, parece importante analizar la difícil situación económica actual de Brasil.
Efectivamente, el PIB de Brasil ha caído en el año 2015, y se proyecta una reducción del 3.66% para este ejercicio 2016, para recuperarse levemente un 0.35% en el 2017. Es la recesión más profunda que ha vivido Brasil desde que se tienen datos estadísticos.
La causa principal de esta recesión, viene de la mano del enfriamiento de la economía llevado adelante por el primer gobierno de Dilma Roussef, sugerido originalmente por el FMI y varios economistas que hoy piden su renuncia.
Es que un modelo de crecimiento hacia dentro con la base del consumo privado y el gasto público con redistribución de riqueza, se frena abruptamente si en forma repentina se le ajusta, cuando ello se combina con un exceso de endeudamiento público-privado generado en dicho período.
Y si dicho endeudamiento se hace sobre la base de un dólar fuerte y se le agrega la devaluación de la moneda, la mesa está servida para un fuerte estancamiento. Y ello ocurrió en Brasil.
De todas maneras, el panorama económico parece ya no ser el peor si se observan algunos datos importantes: la cuenta corriente del balance de pagos ha venido mejorando más de un 50% en los últimos 12 meses, las reservas internacionales de febrero de 2016 aumentaron en Usd 1900 millones con respecto al mismo mes del año 2015, el índice de confianza de los empresarios industriales locales y el índice de producción industrial, tocaron piso en octubre de 2015, y mantienen una suave pero constante tendencia al alza hasta la fecha; todo ello combinado con las expectativas de baja de tasas de interés ante proyectada caída de la inflación local, y la existencia de capacidad ociosa en la industria local; parecerían indicar que Brasil se encuentra ya en proceso -muy lento, por cierto- de recuperación económica. O sea, reafirmamos que lo peor ya ha pasado, tal como lo mencionábamos en artículos pasados.
Y ese será el panorama económico que tendrá la presidenta electa por la mayoría de los brasileños (si se respeta el espíritu de la democracia en Brasil), o quien termine gobernando un su pírrica victoria mediante este sutil derrocamiento constitucional, en los próximos meses. Esperemos que ni una ni otro, sigan los consejos de aquellos banqueros o economistas que llevaron la economía del país a esta situación.
*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.