*) Alberto Fernando Prandi De Césare

En todos los países del mundo, de una u otra manera, se está lidiando con una nueva realidad que conlleva atender de manera especial la salud de la población en un formato diferente de globalización.

Utilizando diversas estrategias todos los gobiernos intentan frenar y minimizar el impacto que genera en los ciudadanos a los que éstos representan, para preservar su salud y en algunos casos sus vidas, porque así debe ser, siempre.

Pero de la misma forma que se contabilizan números de casos positivos, de recuperados, de test y de fallecidos, debería también considerarse todo lo que está ocurriendo y peor aun lo que no, e intentar medir sus consecuencias en la salud de todos nosotros.

De un día para el otro, parece que las personas sólo pudieran ser afectadas por éste nuevo “huésped”.

Por ese motivo los centros de salud dejaron de funcionar prácticamente como tales para todo lo demás. Se pospusieron intervenciones quirúrgicas, se suspendieron exámenes de todo tipo y se obligó a las personas a dejar de ver presencialmente a sus médicos de cabecera y lo más grave a sus especialistas.

Aquello de la importancia del diagnóstico precoz de muchas enfermedades por las que fallecen muchísimas personas, hoy no está funcionando. No es lo mismo si una operación se hace hoy que en tres meses o más. No es lo mismo si determinados exámenes solicitados oportunamente por los médicos tratantes se realizan cuando se pueda y la información de éstos llega cuando es demasiado tarde.

No es lo mismo si millones de personas en el mundo dejamos de realizarnos controles de rutina para no recargar los sistemas de salud, cuando muchos de estos chequeos ayudarían a prevenir y eventualmente curar enfermedades terminales tomadas a tiempo.

No es lo mismo si la mayor parte de los profesionales especialistas dejan de atendernos en sus consultorios dónde pueden realizar evaluaciones, naturalmente más precisas, mediante los exámenes clínicos correspondientes y determinar así la entidad de la situación del usuario que si lo hacen por video llamada.

Tampoco es lo mismo sí a quienes son internados, graves o no, se les impide estar en contacto con quienes conforman su entorno familiar y en muchas partes se les hace firmar, si son mayores, que aceptan no ser reanimados en caso de requerirlo, condenándolos a morir para dejar lugar a los más jóvenes. Cuántas de estas personas, en ese aislamiento afectivo, completamente solos, están falleciendo o van a fallecer también por ese motivo.

Luego, están los miedos, a enfermarse, a no tener trabajo, a no poder alimentarse o alimentar a su familia y a perderlo todo. No es lo mismo contar con al menos elementos básicos que vivir durante un lapso prolongado, con altísimos niveles de estrés, de angustia, de tristeza y de desazón. Todos los médicos del planeta saben que estos cuadros son causa directa de diferentes enfermedades, muchas de ellas mortales.

La pregunta que debemos hacernos entonces es: cuantas personas van a tener otras enfermedades que pudieron prevenirse, van a agravar las que ya tienen o van a fallecer por los cambios en los protocolos de salud en Uruguay y en el mundo, así como por la crisis social y sus consecuencias en la vida de todos nosotros?

No es posible responder con números pero si con sentido común: millones de personas, claramente muchísimas más que las que según discutibles criterios de la OMS fallecen por la nueva enfermedad y no por contar con una, dos, tres o más patologías que resultan ser la verdaderas razones de dichas muertes.

Es tiempo y es ahora cuando debemos empezar a hablar y mejor aún, empezar a  ocuparnos de esta realidad que resulta mucho más letal que el nuevo huésped.

 

*) Alberto Fernando Prandi De Césare (63), casado, 3 hijos y 1 nieta.

Operador inmobiliario de Punta del Este y La Paloma desde 1978.

Presidente de la Asociación de Inmobiliarias de Punta del Este (Adipe), por dos períodos consecutivos 2001-2003 y 2003- 2005.

Subsecretario de Turismo y Deporte a partir del 2005 integrando el gabinete del primer gobierno progresista en la historia del Uruguay.

Presidente de Rotary de Punta del Este en el período 2002-2003.

Presidente y socio fundador de la Asociación de Empleados de Inmobiliarias (Aedi) por el período 2003-2005.

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