*) Psic. Manuel Froilán Zavala Ayala

En la sociedad posmoderna, las personas están ávidas tanto de la individualidad como de la diferencia, de la tranquilidad como de la realización personal; se afinca en el presente, e indiferente al pasado, disuelve la fe en el futuro y en el progreso. Lo que importa es vivir aquí y ahora, conservarse joven sin esperar un hombre nuevo. Hay un desencantamiento en la monotonía de lo nuevo.

Muerto el optimismo, se instala la apatía que no cede ni ante el ídolo ni ante el tabú. La apatía es vacío ante la abundancia. Parece darse una ampliación de la persona: no hacia un personalismo responsable socialmente como lo imaginara Emanuel Mounier sino hacia un individualismo light que proclama su derecho a realizarse según su proyecto de vida a la carta.

La forma de vida se desestabiliza y se hace tolerante, se centra en la realización personal de uno mismo, no importando tanto triunfar en la vida cuanto realizarse continuamente, consciente de la precariedad de la existencia.

En la posmodernidad -o hipermodernidad, como a veces la llama Lipovetsky- lo social está presente pero no está en primer plano en el interés de las personas, sino ideológicamente ubicado como un telón de fondo. El individualismo se impone no como una reclusión del individuo en sí mismo; sino como una inclusión osmótica en lo social, asumido con indiferencia.

Los individuos se hacen cada vez más atentos a sí mismos, aún sin convicciones. Si bien el posmoderno no se halla totalmente despolitizado, ni con independencia soberana de lo social, estos y otros intereses son menores.

Personalizar es psicologizarlo todo. Las relaciones de amor se vuelven frágiles y fugitivas. Los sentimientos son mutables y las personas no evolucionan de manera sincrónica. Se pasa más velozmente de la euforia al aburrimiento o desánimo, incomprensión o irritación.

Las decepciones tienen como indicadores mayor número de separaciones, divorcios, conflictos por la custodia de los hijos, falta de comunicación íntima. Los seres humanos son incompletos y necesitan de otros para realizarse; pero si la felicidad depende de otros, entonces estamos condenados a una felicidad frágil: el otro se nos escapa y se entra en la renovación perpetua del consumo, que no se vive con placer sino como fracaso.

La identidad light posmoderna significa poder hacer ya lo que se desea.

Hay una plusvalía de la palabra y una minusvalía de la responsabilidad ante ella. Por ello, no interesa mucho lo que se dice, sino que se pueda decir. El interesado es el emisor y se convierte también en el principal receptor. Se da una indiferencia por el contenido. El narcisismo se convierte en expresión gratuita y vacía de interés para el gran público. Éste solo reclama el derecho de las personas a hablar en una era del vacío.

 

*) Licenciado en Psicología, especialidad Clínica (con Habilitación Profesional del MSP). Miembro Honorario en el Área de Negociación Antisecuestro (gerenciamiento de crisis) del Grupo Halcón de la Policía Argentina

Especializaciones en Suicidología: Red Mundial de Suicidiólogos (Representante Nacional hasta el año 2.008); Red Iberoamericana de Suicidiólogos (Argentina).

Miembro de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM), desde el 10 de agosto de 2016.

Ex - Miembro de la Sociedad Mexicana de Tanatología.

Libros publicados: “Suicidio Infanto-Juvenil” - Cómo reconocer las Señales de Advertencia (Editorial Arandura. Año 2006); “El Suicidio - Un grito silente (Imprenta Tradinco. Año 2017). Disertante en múltiples eventos en varios países.

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