*) Lic. en Psicología Adriana Savio Corvino

Es sabido que Uruguay ha sido un país muy castigado en cuanto a sus valores elevados o significativos en proporción a nuestra poca población, con relación a los índices de Depresión y suicidios consumados.

En la actualidad este dato no ha dejado de variar, y volvemos a encontrarnos como el 2°país de toda Latinoamérica con más suicidios consumados por mes y por año, pero también nos hallamos entre los 5 países del mundo, que padece mayor tasa de depresión a nivel mundial.

La pregunta que nos hacemos cotidianamente todos los nativos es: ¿Qué explicaría, esta cierta “predisposición” o tendencia a la comisión de la muerte y al moverse de forma casi diaria, en contacto con la misma, ya sea a través de los intentos de autoeliminación -registrados en poblaciones etarias al 2018 centralizadas en 3ª edad y temprana adolescencia- como los suicidios consumados o el sobrevivir al margen de una depresión incipiente o declarada y cada día más instalada?.

¿Cuántos uruguayos viven hoy, a pesar de identificar correctamente los indicadores de depresión en predisposición a la misma, a la sombra tirana de la angustia y la tristeza sin tomar cartas en el asunto ni solicitar asistencia al respecto?.

Este es un tema que preocupa epidemiológicamente a la salud pública nacional, ya que aparentemente desde lo socio cultural y hasta casi antropológico, parece ser que los uruguayos tendemos a “sostener” el sobrevivir bajo la sombra de la tristeza o depresión prolongada en el tiempo, pensando quizás que no existe otra realidad psíquica posible.

Por otra parte, desde lo clínico esto instala otro problema que es el que el paciente depresivo, es un paciente muy resistente a consultar por dicha parecencia, aunque la identifique y tiende a camuflar, consciente o inconscientemente las causas de su mal, consultando por lo general por cuadros como: nervios viscerales, malestares estomacales sin causas aparentes, ataques de pánico, alteraciones al dormir o problemas y psico somatizaciones en la piel.

Alteraciones que, en el sistema de atención primaria de salud, o sea puerta, deberán ser debidamente identificados buscando también las posibles causales psicológicas y/o psiquiátricas que conecten con cuadros iniciales o avanzados de depresión, con o sin aparición de intentos de autoeliminación o tendencias suicidas, ya sean buscando consumarse conscientemente y expresadas así por el consultante, o a través de “accidentes” o “descuidos” mortales como ser accidentes de tránsito reiterados, etc.

Actualmente según las recientes investigaciones la depresión se conoce como un CONJUNTO de cuadros de orden psicológico que sumados van generando el devenir de la tristeza su cronificación y posteriormente la aparición de futuros diagnósticos depresivos de menor a mayores niveles de compromiso y pronostico del paciente.

Llamativamente en esta fórmula Depresión+Sucidio se suma un coeficiente llamado accidentes de tránsito, siendo los mismos no por casualidad, la 1ª causal de muerte en nuestro país y luego los suicidios. Debemos comprender que la madre de todos estos males, solo se llama de una manera y es la depresión no asistida o intervenida debidamente de forma temprana en la mayoría de los casos que finalizan sus vidas de formas tan tristes y poco dignas.

El suicidio como “opción” letal, emerge como resultado casi “esperable” luego de largo procesos de depresión, y si es éste el caso, se trata, por ende, de muertes totalmente EVITABLES, que siendo intervenidos a tiempo pueden remediar tan terrible desenlace.

Por otra parte, lo que debemos saber es que el deseo del suicida justamente no radica en “matarse” sino principalmente, en “desaparecer de la vida que le ha tocado” o sea “escapar” de la misma.

Pero aquí volvemos a la base depresiva, donde nos encontramos que los afectos y las relaciones con nuestro entorno son lo que nos da significado a nosotros y a nuestras vidas, por lo que uno de los factores protectores por excelencia de la depresión, así como también para los suicidios, es hacerle saber al otro que es importante o significativo en algo para nuestras vidas.

Las personas depresivas pueden evitar llegar a pensar en desenlaces fatales como el suicido, cuando se sienten importantes y con valor en la vida de aquellos que los rodean, o por lo menos de alguien que les demuestre su afecto y empatía.

¿Qué tener en cuenta para ayudar e intervenir sanamente en estos procesos?.

El paciente depresivo es un paciente muy negativista.

No hará fácil el acceso hacia su realidad interior y hacia su dolor.

Cuanto mayor es el nivel del estado deprimido que padece, mayor es el nivel de intolerancia a todo aquello que lo rodea y según él, no funciona como desea que funcione. Será difícil acercarse y empatizar con su realidad y dolor; sin embargo, los “actos” como demostrar que uno está acompañando o a su lado para cuando él lo desee puede ser de gran ayuda.

Por otra parte, la soledad que este tipo de paciente reclama, no es sana, y debe ser acompañada de alguna forma posible. El dicho “la soledad es una mala consejera” aquí se aplica con exactitud, ya que la soledad deshumaniza la vivencia cotidiana y mental del sujeto sufriente y muchas veces termina “respondiendo” lo que el mismo desea escuchar.

En este sentido como uruguayos también debemos hacer un gran esfuerzo ya que somos muy de “no meternos” en la vida ajena; sin embargo, la no acción o el no acercamiento humanizado en estos casos puede ser un detonante clave para desatar hasta las peores conductas suicidas basadas en la desolación y en sentirse fehacientemente “por fuera” o al “margen” del resto.

Algunas Recomendaciones Útiles y Practicas al respecto:

A los pacientes en sí, o a aquellos que sienten deberían consultar, promover que se acerquen a los sistemas de salud a consultas de médico general que derive en caso de ser necesario; que se nucleen a pesar de la dificultad interior que sientan y que no se queden solos.

A los familiares de pacientes o potenciales pacientes, que se asesoren al respecto de cómo hablar y tomar contacto con su ser querido y nunca interpreten la “barrera” de intolerancia como una necesidad de “soledad” sana; todo lo contrario, respetando al paciente, buscar seguir acercándose y aproximarlo a grupos de apoyo o trabajo para salir adelante.

Actualmente el nombre científico que se le otorga a la depresión es "Cáncer del Alma" justamente por ello, porque data de una parecencia que al igual que la reacción química del ácido sobre los objetos, no tiene límite de acción una vez iniciado el proceso de interacción con el paciente.

Puede comenzar como una simple “tristeza” pero complejizarse a puntos que rocen la comisión suicida o el perdurar en la depresión, sin permitir asistencia y en si permanecer en el tiempo flotando y aparentando estar vivo por fuera, y sin embargo por dentro estar muerto emocional y psíquicamente.

Somos dignos y tenemos derechos, y uno de nuestros derechos humanos es el derecho a ser felices, la felicidad no puede ser un horizonte lejano a pesar de todas las dificultades, debe comenzar a ser el estímulo acompañante en todos nuestros momentos de la vida, y nunca más transformarse en el “objetivo” a un tan largo plazo que terminamos deprimiéndonos si no lo alcanzamos.

Bajar los niveles de depresión y suicidio a nivel nacional es un problema social, y por ende es un problema de todos, no únicamente de quienes lo sufren.

Cada 3 días se suicida 1 uruguayo, y esta pérdida no es de la familia directa, es una pérdida que sufrimos todos y cada uno de nosotros como parte de la sociedad uruguaya que integramos.

Creemos y tomemos conciencia; hablemos sin tabúes del suicidio y la depresión. Evitemos las muertes “evitables”.

  

*) Especialista en Psicología Forense y Psicología Criminológica – Perú. Maestrado en Derechos de la Infancia, Adolescencia y Políticas Públicas -  UdelaR. Promotora DDHH Mec. Directora del Instituto de Psicología Forense del Uruguay (I.C.P.F.U.)

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