*) Mauro Mendiburu Benedetto

De acuerdo a los datos suministrados por el Ministerio de Finanzas de Argentina, al cierre del primer semestre de 2017, la deuda pública argentina asciende a Usd 307.295 millones, o sea 56% del PIB de nuestro vecino. Al finalizar el gobierno de la Dra. Cristina Fernández, la misma ascendía a Usd 253.989, un 46% del PIB de ese momento. En términos de PIB, el incremento de la misma fue de 10 puntos de PIB, cifra nada despreciable.

Es importante destacar que existen dos elementos que sesgan negativamente este guarismo: en primer lugar, el PIB se ha estancado desde el comienzo del nuevo gobierno hasta mediados de 2017, cuando comienzan a sentirse los efectos de las políticas de préstamos hipotecarios de los bancos Nación y Provincia; en segundo lugar, el anterior gobierno mantenía muy bajas reservas internacionales líquidas, por lo que se subestimaba el verdadero peso de la deuda bruta. Por otro lado, también es justo agregar, que la caída del tipo de cambio real reduce el peso verdadero de la deuda existente en la actualidad.

Por encima de todo, es indudable que algunas características del crecimiento de esta deuda son preocupantes. En primer lugar, la deuda ha crecido de la mano de una financiación del déficit fiscal que no ha logrado ser controlado en la primera mitad del gobierno del Ing. Macri.

Si bien el nivel de deuda está dentro de los parámetros de sostenibilidad técnica, la continuidad de su uso para financiar abultados déficits como el actual, la transformará en insostenible en un par de años, en el mejor de los casos. En segundo lugar, es cada vez más importante el peso de las consecuencias inmediatas de la deuda en el propio presupuesto argentino, desde originalmente generar 1.5% del PIB por pago de intereses de la deuda existente, hoy nos acercamos al 2.3%, y esta cifra podrá superar el alarmante 3% al cierre de 2018. En tercer lugar, la deuda se toma fundamentalmente en dólares, lo cual puede ser problemático visto el retraso cambiario que afecta a nuestro vecino, o considerando los riesgos de volatilidad y/o cisnes negros a nivel mundial, o el plan tributario del Presidente Trump con sus consecuencias sobre el valor del dólar.

Varios economistas han alertado sobre esta situación, por ejemplo Mercedes Marco del Pont, ex presidenta del Banco Central Argentino destaca las consecuencias que genera la bicicleta financiera vigente en Argentina, la cual evita una crisis de balanza de pagos a corto plazo, pero al mismo tiempo se vuelve sumamente riesgosa en el mediano plazo.

En el otro extremo filosófico el conocido profesor Juan Carlos de Pablo advierte que siguiendo este camino de déficit fiscal alto con endeudamiento -y yo agregaría, con carry trade- se producirá un choque en la economía argentina. El ex presidente Eduardo Duhalde y su colaborador Roberto Lavagna, ideólogos y ejecutores de la salida de la Gran Crisis del 2001, también se sumaron a estas críticas y alertas.

Nadie desde la Academia piensa diferente, la pregunta es cuándo se producirá el “choque” de Pablo; y básicamente, si en estas latitudes nos estamos preparando para el mismo, o nos estamos adormeciendo con el gran retraso cambiario de las políticas económicas argentinas inconsistentes, que son la única razón por la que la siguiente temporada sea un poco mejor que la anterior.

*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.

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